Suavemente en mi jardín se desliza
una serpiente sobre un par de calabacines retorcidos,
entre filas de oscuros, maduros tomates,
avanzando hacia una berenjena hinchada.
Ignorando las dalias marchitas
y una lata de soda tirada a su lado.
Hace una pausa,
moviendo su lengua bifida hacia dentro y hacia fuera,
sintiendo el aire húmedo de la primavera.
Sabiendo instintivamente dónde están las oportunidades,
se acerca hacia delante cautelosamente,
y lentamente se acerca a su desprevenida presa.
Como un hábil ninja, se queda inmóvil
hasta que en un instante,
más corto que un parpadeo,
un saltamontes gordo, comiendo sobre una hoja de berenjena,
descubre para su sorpresa que la existencia es muy breve.