Ella quería un poema,
sin darse cuenta de que cada
uno de nuestros encuentros es poesía.
Nuestros mejores poemas no conocen el papel,
pero en esos momentos los corazones
se transforman en canción gozosa.
En esos fugaces retazos
cada toque se vuelve arte en acto,
y parece sublime la mera vida.
Cuando una mirada contiene muchas caricias,
y los ojos contienen sinfonías de intención,
¿qué necesidad hay, querido, de poemas garabateados?