En algún punto
las ideas fructifican.
Y como el vino,
las palabras adquieren
esencias que la lengua paladea.
Y como la tinta fluye del tintero
de nuestra conciencia diminuta,
las ideas se desbordan
con su profuso sabor.
Incluso entonces,
el gran barril de la existencia
permanece inamovible,
tejiendo incontables asuntos
que esperan en silencio.
Mientras se concretan
en una nueva página
y las palabras toman forma,
una extraña química se produce
en el contacto de las letras
mientras sus tonos vibran gozosos
una nueva existencia.