Transmutando la incoherencia en shibboleth,
este hombre hizo suya la marca (comercial) "iluminación"
y su visión de mercado vendió mantras como hamburguesas.
Sentado en un trono de piel de venado
y rodeado de blancas sábanas de seda,
aprendió lo maravilloso que era comercializar la "realidad".
Convirtiendo la danza de Shiva en pseudociencia,
vio a los aspirantes espirituales como lucrativos clientes.
Mientras rodaban los videos y las cámaras hacían clic,
este gurú hipnotizaba a su público
haciéndoles pagar grandes sumas por la felicidad.