EL AMERICANO PERFECTO: una foto por T Newfields
Se me encoge el cerebro
soy vuelvo cada vez más tonto.

Horas y horas de televisión
han entumecido mi conciencia.

Trabajo sin emociones
como una máquina perfecta.

Y sin embargo, todo carece de importancia –
la vida es demasiado rutinaria.

Cumplir las metas de producción no ofrece dificultad
ni decir lo que se considera "correcto".

Y sin embargo, debo ocultar cualquier rastro de duda o de cólera:
los espíritus críticos son vistos como la hez de la tierra.

¿Hubo realmente una invasión en Laos?
¿Fueron amañadas las elecciones en Chile?
¿Acaso se desvaneció el líder griego porque Washington así lo deseaba?
Tales "hechos" están desapareciendo de mi memoria.

Aunque aún no soy un ciudadano perfecto,
la Oficina de Seguridad Nacional me informa que voy bien.

Ya pronto voy a ser un estadounidense ejemplar:
Pronto estaré dispuesto a hacer lo que nuestros líderes ordenen,
automatismo tan predecible como el de la campanilla de Pavlov.