Cuando mi estómago habla,
por lo general me insta,
"¡Come más y regocíjate!"
Si mis piernas tuvieran voz,
tenderían a proclamar,
"¡Muévete y haz más descubrimientos!"
Cuando mis lomos se vuelven locuaces,
casi siempre ordena,
"¡El sexo es una elección maravillosa!"
Si presto atención a mis nalgas,
murmuran de forma predecible,
"¡Siéntate, relájate y aprecia tus zurullos!"
Cuando habla mi billetera,
oigo quejas persistentes,
"El ahorro es una necesidad esencial".
Escuchando estas voces,
me siento inseguro de a cuál de ellas prestar atención.
¿A qué voz debo lealtad?
¿Hay alguna manera de que este estribillo discordante
dentro de mi cabeza pueda convertirse en un equipo coherente?