Deberíamos conocerla y nunca temer a la oscuridad.
No hay necesidad de estremecerse
cuando el sol se funde con el horizonte anaranjado
y los murciélagos vuelan bajo las estrellas.
La brisa fresca de la tarde rara vez duerme,
y si se mira de cerca las horas
crepusculares están lejos de duro.
No hay que temer, entonces:
cuanto más profunda la oscuridad,
más brillantes las centellas.