El estudiante ideal no necesita pensar,
sólo un cuerpo atrayente que sean guiado fácil de guiar.
El estudiante ideal no dice cosas que inviten a la reflexión.
sólo humildemente repite lo que se espera de él.
El estudiante ideal evita toda controversia
y escucha a los demás respetuosamente
Se amolda a la retórica aceptada
y teme que las desviaciones sean penalizadas.
Los estudiantes ideales hacen excelentes soldados,
obreros fabriles, funcionarios puntuales...
y esposos fieles, por añadidura.
Hay sólo un problema:
detrás de sus lentes bien pulidas y sus orejas escrupulosamente aseadas,
acecha en ellos algo osado e inquisitivo,
y determinado a comprobar lo que oyen.